Archivos para agosto, 2012

Menos de 30 y más de 50, juventud y experiencia, dos conceptos que no casan en la empresa de hoy 

“Llegamos a la empresa SANNEST, con traje y corbata, estamos a más de 30 grados. Los hombres de negro nos llaman. La situación en este país no acompaña, y parece ser que tendremos que llevar a cabo un “alineamiento con los objetivos de la empresa, a nivel global”, como algunos lo llaman. No nos engañemos, esto es una reestructuración en toda regla. Le puedes poner piel de cordero al lobo, pero sigue siendo un lobo.

Después de dos semanas realizando una jornada laboral que equivaldría a la de dos o tres personas juntas, se ha decidido eliminar 20 “posiciones”, y recolocar otras 15. Le llaman posiciones por no hablar de personas. No es aconsejable sacar los organigramas de la empresa, pues estos poseen nombres, y las “posiciones” no deben tener nombre, ni cara, ni familia, son sólo eso, posiciones.

Curiosamente, el 80% de esas posiciones tienen más de 50 años, habiendo trabajado en esa empresa más de los años que yo tengo. El resto, no llevan más de un año en la empresa.

Con una sonrisa por parte de ambos (los hombres de negro y el equipo directivo de SANNEST) y un gran apretón de manos, nos vamos de allí sabiendo que nuestra objetivo ha sido cumplido: reducir la plantilla, es decir, el coste que acarrea la empresa, y proponer una nueva estructura que, con suerte, será capaz de llegar al mismo nivel de ventas que cuando tenían 20 personas más”

Cuando uno se plantea una restructuración de la  empresa, como decíamos antes, reducir la plantilla, siempre hay dos tipologías de personas que serán el foco de esa reducción: los menores de 30 años, y los mayores de 50.

Cuando para algunas culturas las personas mayores de 50 años son aquellas más valoradas por su conocimiento y experiencia, por aquello que han vivido, y por todo lo que pueden transmitir a las generaciones venideras, parece ser que para nuestra cultura, eso es más bien lo contrario.

La visión de la empresa acerca de esas personas mayores, que nunca llegaron a puestos directivos, es mucho más próxima a la de una persona sustituible, “un problema para la renovación de la empresa”, al fin y al cabo, “un fardo demasiado pesado para llevar en tiempos de crisis”, que no a una fuente de experiencia y conocimiento.

Por otro lado tenemos a los jóvenes menores de 30 años. Ellos, que deberían ser el futuro de nuestra sociedad, y en los que más se debería invertir para hacer crecer nuestro país, ahora mismo son tratados como un recurso prescindible y reemplazable.  Así es que acabamos con jóvenes sobrecualificados por unos puestos de trabajo precarios y a corto plazo, que alargan su vida universitaria esperando tiempos mejores.

Resumiendo, tenemos un grupo de personas, mayores de 50 años, que son empujadas a dejar el mercado laboral por el gran coste que suponen, y otro grupo, menores de 30 años, que se les impide entrar en el mercado laboral, y cuando lo hacen es de forma precaria e incierta.

¿Es este un síntoma de la sociedad que hemos creado? ¿No será este, a su vez, una causa de la sociedad que estamos creando para el futuro?

¿Qué tipo de sociedad esperamos encontrar en 30 años, cuando estos jóvenes sean las personas mayores de 50?

Dicen que las crisis son tiempos de oportunidades, de innovación. Quizá sea el momento que “innovemos”, y que volviendo a nuestras bases, incluyamos en la sociedad del futuro ambas generaciones, padres e hijos.


 

L’emigrant