Condenados a Entenderse: Catalunya Vs España

Publicado: enero 10, 2013 en Economia, Política, Sociedad
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Recientemente escuché al economista y catedrático Xavier Sala i Martín en la tertulia política de las mañanas del programa El Món de la emisora RAC1 conducido por Jordi Basté, reflexionando sobre la posible independencia de Catalunya, con un enfoque totalmente diferente al que se ha estado aportando hasta ahora. Él lo enfocaba desde la Teoría de Juegos y el Equilibrio de Nash. Para muchos estos conceptos os serán conocidos, mientras que para otros, os será totalmente nuevo. Por eso, aquí va un pequeño resumen.

La teoría de Juegos tiene múltiples aplicaciones, véase matemática, póker, vida real, y un gran peso en la economía. Se utiliza para estudiar las decisiones a tomar en una situación determinada con incentivos y varios agentes involucrados. En general, se estudian las diferentes alternativas y las estrategias óptimas.

El ejemplo más claro y conocido es el Dilema del Prisionero en el cual dos personas son detenidas por delitos menores y puestas en 2 salas de interrogación. La Policía es consciente de que pueden haber cometido algún delito mayor, así que proceden a la interrogación. Por los delitos menores, irían 2 años a la cárcel, si ambos se delatan del delito mayor, irían 5 años, mientras si uno delata al otro y el otro lo protege, el delatado irá 10 años y el que delata tan sólo 1 por colaborar.

Dilema del Prisionero

¿Qué decidirán? La situación óptima (Óptimo de Pareto) sería no delatar, pero la falta de información provocará que ambos se delaten, situándose en el punto de equilibro o equilibrio de Nash. Es decir, el punto en el que todos han tomado una decisión y no pueden cambiarla, dado que cambiando empeoraría su situación. En el Equilibrio de Nash ambos pasarán 5 años en la cárcel, pero si uno decide no delatar, su situación empeorará implicando 10 años de cárcel en lugar de 5.

Y todo esto, ¿Cómo aplica al entramado que estamos viviendo entre España y Catalunya?:

Aunque la situación de tensión ha menguado considerablemente, hay que tener en cuenta que Catalunya continúa su proceso de plantear el referéndum, y que por lo tanto, hay que evaluar la posición de ambos agentes para ver qué posturas deben tomar en este dilema.

Por puntos. Catalunya:

  • Es el mayor contribuidor fiscal al Estado: según las cifras que maneja la Generalitat existe un déficit medio del 8% sobre el PIB, o lo que es lo mismo, en 2009 el Estado recaudó 61.812 millones de euros de Catalunya, y revirtió 45.403 millones.
  • Es la Comunidad con mayor afluencia de turismo extranjero de España, 13,2 millones de turistas extranjeros en 2010, 4 millones superior a Baleares que fue la  segunda más visitada.
  • Es el punto de conexión con Europa vía terrestre a través de la Autopista AP-7. Zona de paso de miles de camiones que provienen del resto del Estado.
  • Tiene uno de los puertos de carga más potentes de Europa. Entrada de muchos de los productos importados del Estado.
  • Representa el 20% del PIB español, un gran peso y un gran motor de la economía.
  • Necesita permanecer dentro del EURO, porque de otra manera, la independencia se presume imposible.
  • Como Estado independiente, podría gestionar sus propios recursos, y por ejemplo, invertir en el Corredor del Mediterráneo.

España:

  • Es el recaudador fiscal y el primer interesado en que Catalunya permanezca dentro del Estado, básicamente para poder contribuir con los pagos futuros de deuda pública.
  • Necesita mostrar entereza y estabilidad del país para poder obtener ayudas, recursos y aprobaciones por parte de los países miembros de la UE.
  • No le interesa poner una barrera fronteriza con Europa, porqué esto implicaría tener que pagar aranceles e impuestos fronterizos para poder cruzar Catalunya y acceder a Francia.
  • Tiene la capacidad de vetar la entrada de Catalunya dentro del Euro.
  • Es la encargada de invertir y gestionar los recursos de las infraestructuras.

Ante todas estas suposiciones y situaciones teóricas, parece evidente, que aunque muchos queremos la independencia económica, cultural y fronteriza con España, la Teoría de Juegos nos empuja a un Equilibrio de Nash en el cual:

  • España y Catalunya alcanzan un Pacto Fiscal que permita a Catalunya continuar creciendo e invirtiendo en infraestructuras y en los servicios a la sociedad de una forma más intensiva que la actual.
  • Catalunya abandona la lucha por la independencia para garantizar estabilidad económica y social en el país.
  • España garantiza la recaudación fiscal, controles portuarios, aeropuertos, creación de impuestos, etc. para Catalunya.
  • Catalunya contribuye solidariamente al resto del país de una forma justa y pactada.

Cepal

Linker

comentarios
  1. knowthing dice:

    ¿Qué punto de equilibro alcanzaríais vosotros? ¿Qué añadiríais vosotros a este análisis?

    • Kritikosum dice:

      Gran post. Está claro que el equilibrio de Nash nos llevaría a entendernos maximizando la solución para todos. El problema radica cuando los responsables de resolver el conflicto se basan argumentos subjetivos y tiran de emociones, que lleva a la no cooperación y ambas partes pasan un tiempo más largo en la cárcel. Aunque aprovechando el símil, es la ruptura de la relación ESP-CAT un castigo para ambos, o la cárcel es la situación actual? Apliquemos racionalidad por favor.

  2. Víctor Torres dice:

    El análisis es tan simple como brillante, y presenta unas bases para lograr negociación win-win con poco esfuerzo para cualquier gestor competente y con el deso de alcanzar objetivos que beneficien al conjunto de los intereses de su empresa a medio y largo plazo. La dificultad creo reside en el hecho de que los políticos buscan en esencia su permanencia en el poder y para ello lo único que cuenta es el voto de las mayorías. Todo vale, siempre a corto plazo o según la fecha de las siguientes elecciones. La proyección que procura el Govierno de la imagen de los catalanes y cómo se nos ve en el resto de España dificulta a la vez que éste entendiese un mejor pacto fiscal con Cataluña, que es realmente lo que busca el Govern de la Generalitat y el auténtico problema de fondo.

  3. Linker dice:

    Muchas gracias a los dos por los comentarios. La realidad es que, a pesar de que conocemos el punto de partida (la situación actual), somos incapaces de controlar lo que pasó en el pasado. Esto nos empuja a plantearnos, como correctamente hace Kritikosum, si ya estamos en la cárcel o no y por cuánto tiempo. A mi modo de entender, somos una sociedad libre enjaulada y acorralada históricamente, pero con más incisión desde los años 30.
    Lamentablemente, y como bien apunta Víctor, mi análisis no contempla a los políticos y sus capacidades decisorias. Básicamente porque es un colectivo que se mueve por intereses y presiones, y no interesa que Catalunya tenga más poder/dinero/infraestructuras que Madrid….dejarían de ser el centro de negocios de las multinacionales, etc.etc.
    Nuevamente muchas gracias por vuestra aportación.

  4. Tengo menos entusiasmo por la parábola. La solución que aportas al problema es una como cualquier otra que se acepte políticamente y, como tal, es buena si la gente la acepta: para el análisis que voy a hacer nos va a dar igual.

    Paso a explicarme:

    – Para que haya dilema del prisionero, cada parte ignora que al otro le han ofrecido el mismo trato. Aquí no hay carcelero, hay dos partes con diferentes alternativas a un acuerdo negociado y tienen la información de la otra parte. El análisis de intereses, de pérdidas y beneficios, es más parecido a la forma de enfocar una negociacion que hizo Roger Fisher en el Harvard Negotiation Project.

    – En segundo lugar, el dilema del prisionero plantea una partida que se juega una sola vez. Pero, en el conflicto España/Cataluña la partida se viene jugando desde hace años en varios ciclos: cada ciclo ha constituido un nuevo pacto fiscal (no se puede llamar de otro modo a que, tras cada «reclamación» ha habido una modificación del porcentaje de impuestos que el estado cedía a las CC.AA. y de los impuestos que pasaban a gestionar directamente: es decir, todo han sido pactos fiscales).

    – Que todo hayan sido pactos fiscales y que la partida se haya jugado más de una vez, introduce modificaciones en el juego: esto lo trató Axelrod cuando tras ver que, en realidad, las conclusiones del dilema del prisionero eran decepcionantes para la humanida, pues es más rentable engañar que cooperar. Su modificación (expresada en el famoso juego del tit for tat) terminaba por concluir que la mejor forma de jugar la partida de modo sucesivo era hacer tú lo mismo que hizo la otra parte en la última ronda.

    – Si miramos lo que ha sucedido históricamente, entonces nos encontramos que ambas partes viven una espiral de desconfianza porque no se fian del resultado de ninguno de los acuerdos anteriores: para los «españoles» da igual que siempre se llegue a un pacto, porque pronto aparecerá un nuevo agravio para pedir más. Para los «catalanes», el estado siempre termina por robar el dinero esquilmando a Cataluña. Puestos a buscar orígenes de la partida, podemos irnos a 1640, lo que de seguro introduce ruido que contaminaría más.

    – La partida no la juegan dos. A saber: lo que aquí se llama «España» incluye cinco haciendas. Las tres vascas, la navarra y la «española». Las haciendas forales no contribuyen realmente a los gastos del estado. Si miramos el reparto de la carga fiscal, resultaría que Madrid e Islas Baleares tienen déficit ¡como la catalana!: cualquier pacto fiscal que altere las reglas actuales, introduce un cisma en el resto de regiones o espacios administrativos. Un precio que no aparece en la matriz de pagos que planteas (en realidad, nos falta la matriz de pagos).

    Visto todo esto, los problemas del esquema win-win que se propone como solución tiene muchos problemas porque no incluyen todos los precios y costes aunque suene del todo razonable a simple vista. Por ejemplo:

    – «España» necesita los impuestos de «Cataluña» para pagar su deuda. ¿Aceptaría «Cataluña» asumir el pago de la parte alícuota de deuda que le corresponde a sumar a la que ya tiene por sí misma y dado que los aeropuertos y puertos se construyeron con deuda pública española? Alguien dirá que el win-win peligra.

    – ¿Aceptaría «España», que desconfía de una nueva partida iniciada por «Cataluña» para buscar otro pacto, perder el control de fronteras y dejar una eventual nueva jugada que los accesos y salidas de importaciones y exportaciones estuvieran en manos del otro jugador? El win-win no será visto así por un poder que, tradicionalmente, ha sentido el control exterior y de las infraestructuras como propio.

    – ¿Aceptaría «Cataluña» que, ante la desconfianza de cara a la siguiente ronda de la partida, «España» trasladara – con toda la fuerza que pueda – la salida y entrada de mercancías por el puerto de Valencia? ¿Que negociara con Francia – que estaría en el mejor de los mundos posibles al poder elegir – un nuevo acceso a traves del Pirineo aragonés, por cierto reivindicación histórica de un territorio que fue Corona de Aragón como el Principado? No sería lo mejor para la prosperidad teórica de determinadas posiciones «catalanas» aunque el coste para «España» sería tremendo

    – ¿Cuál es el cálculo de la solidaridad? Los técnicos de la hacienda española tienen claro que la generalización del concierto al modelo vasco-navarro hace el estado (al menos el actual) inviable. Así que de nuevo el win-win es complejo y seguramente nos aboca a una nueva ronda de la partida. Probablemente, hace falta una estructura fiscal completamente nueva donde, curiosamente, un sitio como Madrid saldría terriblemente favorecido y las autonomías del sur, históricamente subvencionadas pondrían serios problemas a la cuestión. Otra pregunta es si esa opción no es, después de todo, la más justa. Pero tal y como se ganan las elecciones españolas, resulta imposible tener Andalucía en contra. A ver qué partido se atreve. Y eso forma parte de la partida.

    En definitiva, el verdadero proceso consiste en tomar una decisión: o hay ruptura o hay interdependencia. Y la interdependencia es seguramente la mejor solución dados los costes de la «independencia» para ambas partes. Lo que sucede es que obliga a dolorosas concesiones a ambos mitos nacionalistas y ambos sistemas de poder: ninguno tendría poder sobre las decisiones del otro en sus ámbitos y ambos tienen que sentir que forman parte de la misma red de cooperación, la del «estado» y la de sus «partes», lo que obliga a aceptar determinadas subordinaciones. Pero este es un estado mental que desapareció hace mucho, porque lo que vemos es dos mitologías nacionales compitiendo y, al competir, alcanzan siempre un subóptimo.

    Y, si hay un subóptimo, pero que curiosamente es interesante para las élites de poder de cada parte porque perpetúa un conflicto que es rentable por sí mismo para su perpetuación como élite de poder, tendremos una nueva jugada de la partida. Es decir, no puede haber win-win. Todo ello si no nos planteamos que el número de jugadores aumente: ¿quién nos dice que en Cornellá no quieren vivir de otra manera mañana? ¿O en Castellón, que a lo mejor prefieren pactar infraesctructuras con Tarragona y no con Valencia? Así que seguramente sí, condenados a entenderse pero no creo que por el dilema del prisionero.

    Perdón por hacer el comentario más largo que el post.

    • knowthing dice:

      Hola Gonzalo! En primer lugar, queremos agradecer tu extenso y experto comentario sobre el post en cuestión. En segundo lugar, nos gustaría remarcar que no quisimos hacer un estudio tan intenso sobre las posibilidades en las soluciones, ya que por la normativa interna del blog, la extensión de nuestros artículos no debe exceder nunca una página de Word, y en este caso, ya nos extendimos un poco más para dar más pinceladas sobre nuestra posición en el proceso. Por ello, nos quedamos en el dilema del prisionero, y no profundizamos en otras soluciones como las que tú propones, u otras como por ejemplo, Roger Dawson sobre cómo la presión temporal afecta las negociaciones, Bad Faith Model en el que se pone de manifiesto que en negociaciones políticas, muy a menudo, al menos una de las dos partes se sienta a negociar sin la intención de llegar a ningún acuerdo, o el libro Art of War de Sun Tzu.

      Desde nuestro punto de vista, creemos que, al fin y al cabo, la solución al entramado actual, no pasa por la independencia de Catalunya, ya que implicaría una serie de costes, concesiones, cesiones y otras derivadas, que perjudicarían gravemente a las dos economías, y no les permitiría sobrevivir a la situación actual. Y en cambio, sí que pasa, por alcanzar acuerdos puntuales o globales, a problemáticas que sí pueden ser tratadas desde un punto de vista de negociación o Teoría de Juegos (con juegos sucesivos), en los cuales se puedan adoptar soluciones beneficiosas para ambas partes.

      Desde Knowthing, agradecemos tu comentario nuevamente, y haciendo uso de nuestra base de fundación «Learning by Sharing» y viendo que eres muy activo en términos de redes sociales, queremos proponerte, igual que a otras personas que han comentado con anterioridad, la posibilidad de que redactes un post sobre esta temática o cualquier otra que vaya en conjunción con nuestro blog, y será publicado en un corto periodo de tiempo.

      Saludos desde Knowhthing.

  5. Gracias por la oferta y la amabilidad, pero creo que he agotado mi visión del asunto desde la vía de los modelos de cooperación.

    La cuestión de la «independencia» se ve en general desde un punto de vista decimonónico: el caos que nos rodea es porque independencia es un término cuyas ensoñaciones son románticas: canciones, batallas, banderas, mercados unificados (y cerrados) ciudadanías excluyentes.

    Sin embargo, cuando nos enfrentamos a las consecuencias de ello choca con nuestra manera de vivir: es difícil entender que tu abuela, residente en otro territorio, mañana sea «extranjera» y necesite un pasaporte para ir a ver a sus nietos. O que no se pueda comerciar con la normalidad anterior porque hay que ejercer soberanía… Si se observan las dependencias (como la ausencia de control de la moneda y los límites a la política fiscal que impone Bruselas) nos daremos cuenta de que las soluciones basadas en constructos «nacionales» puros simplente son impracticables. Pero, en la realidad de los corazones y las mentes, son imágenes que a todo el mundo le agradan, hace creer en paraísos y permite dividir el mundo en buenos y malos.

    Pasqual Maragall se empeñó en aquéllo de «España en red», imposible saber si tomándoselo en serio. Lo que es seguro es que nadie le entendió. Pero lo cierto es que las dependencias concebidas como red no le gustan a nadie: no permite decidir centralizadamente a qué economía perteneces ni a qué identidad te apuntas. La partida, por volver a terminología de juegos, ahora es elegir entre una organización descentralizada y una nueva centralizada en otro sitio. Y son tiempos de relaciones distribuidas emergentes, que se sienten pero no se comprenden al no tener un esquema mental que lo cuadre: lo viejo no gusta, lo nuevo no se entiende. A falta de algo comprensible, me aferro a lo viejo cambiándole la fachada. En el fondo, lo anticipó Alvin Toffler: la tensión simultánea por la secesión y la agregación.

    Un saludo.

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